Carro
En los anales de los grandes discursos motivacionales, el Grito de Hidalgo podría ser un reto incluso para el gurú de la autoayuda más adicto a la cafeína. Pero antes de los carteles motivacionales y las citas de Instagram, México tenía a Hidalgo y su habilidad para los eslóganes pegadizos que agradan al público. Claro, "Viva México" tal vez no quepa perfectamente en una calcomanía para el parachoques, pero sí era ideal para movilizar a una nación entera.
El mensaje era más que un simple llamado a las armas: era un grito de guerra que decía: “¡Eh, opresores coloniales, hagan las maletas, se acabó la fiesta!”. Hidalgo no solo estaba pensando fuera de la caja; estaba prendiendo fuego a la caja y bailando alrededor de ella. ¡Hablando de causar una buena impresión! Su grito era básicamente la versión del siglo XIX de un tuit viral: breve, dulce y directo al punto rebelde.
Y ni hablemos de la posibilidad de una secuela. Hollywood, toma nota. Este fue el inicio de la franquicia original, un "Grito" que se repetiría anualmente, impulsando secuelas cada septiembre sin falta. ¡Hazte a un lado, "Star Wars", El Grito de Dolores podría muy bien ser la saga original!
En el mundo actual, para hacerse notar se necesita un hashtag. En 1810, todo lo que se necesitaba era una campana, un balcón y un conjunto de tuberías lo suficientemente fuertes como para atravesar la meseta mexicana. Hidalgo no se limitó a iniciar una conversación, sino que la hizo realidad a gritos. En lo que podría considerarse la campaña social más exitosa de la era predigital, convirtió un pueblo soñoliento en el epicentro de una revolución social.
¿Y la respuesta de la gente? El tema se convirtió en tendencia al instante. No hizo falta Twitter. Desde el momento en que la voz de Hidalgo atravesó el aire matutino, sus seguidores, entre ellos agricultores, trabajadores y pueblos indígenas, acudieron corriendo como suscriptores que acuden en masa a una campana de notificaciones. Y seamos sinceros, no vinieron porque pensaran que era el día de los tacos gratis. Vinieron a luchar por la libertad, la justicia social y sí, por unas tierras agrícolas decentes que pudieran llamar suyas.
No es ningún secreto que en aquellos tiempos los métodos de comunicación eran un poco... analógicos. Pero ¿el boca a boca? Ah, era el LTE de los chismes y las noticias. Y los chismes son exactamente lo que hizo que el Grito de Hidalgo fuera el tema de conversación en la Nueva España. La gente hablaba, se corría la voz y el rumor se hacía más fuerte que las propias campanas de la iglesia.
En el mundo del marketing se habla de reconocimiento de marca. Bien podría haberlo inventado Hidalgo. Después de su Grito, lo que alguna vez fue solo un pueblo llamado Dolores se convirtió en la cuna de la Independencia de México. De repente, ser de Dolores era como tener un pase exclusivo para el backstage del concierto revolucionario del siglo.
El efecto viral de El Grito de Dolores es realmente impresionante, incluso para los estándares actuales. Es como si Hidalgo hubiera comprendido el poder del botón de "compartir" antes de que el concepto de electricidad fuera comprendido por completo. Dolores se convirtió en sinónimo de libertad, y el canto "Viva México" se convirtió en el lema de la libertad. Fue casi como si el patriotismo hubiera sido rebautizado y Dolores fuera el logotipo.
Pensemos en el poder de un solo grito, en el momento justo, que logró unir a diversos grupos en torno a una causa común. No fue solo un llamado a la acción; fue un momento decisivo que dio forma a una identidad nacional en torno a la manifestación por la independencia. Decir que la marca era fuerte es quedarse corto: fue una revolución en toda regla encarnada en una frase que resonó con los deseos colectivos de un pueblo listo para un cambio.
¿Quién hubiera pensado que el ingrediente secreto para una receta exitosa de fiesta nacional era una pizca de indignación justificada, una pizca de audacia y un hashtag legendario? Así es, antes de que #YOLO y #ThrowbackThursday adornaran el infinito desplazamiento de las cronologías de las redes sociales, teníamos el lema eterno de Hidalgo, #VivaMéxico. No necesitas una marca azul para ser verificado cuando tus palabras están grabadas en el alma de una nación. Genial, ¿verdad? Ahora todos quieren un pedazo del pastel, o deberíamos decir, ¿una rebanada de ese dulce, dulce churro del patriotismo?
En la época de Hidalgo, el miedo a perderse algo no era el hecho de perderse la última fiesta o historia de Snapchat, sino la posibilidad de formar parte de la historia. Imagínese la charla en el bebedero del pueblo: "¿Escuchaste el grito de Hidalgo?". "¿No estabas ahí? ¡Amigo, hasta las gallinas aparecieron!". Fue el momento original de "soltar el micrófono" lo que hizo que todos hablaran. Hidalgo no solo inició una revolución; inició el miedo a perderse una revolución: una clase magistral de participación del público, si alguna vez hubo alguna.
Se podría pensar que los asistentes a Coachella tienen el mercado monopolizado en cuanto a vestimenta para festivales, pero déjenme decirles que la moda en el Grito de Dolores era pura fantasía, literalmente, considerando que las antorchas eran un accesorio muy popular en las marchas nocturnas. Hidalgo y su banda sabían el valor de una buena imagen. ¿Su vestuario? Trajes que gritaban "chic libertario" y "elegancia insurgente". Era el tipo de marca con la que los influencers de hoy solo pueden soñar, con sombreros que definitivamente no eran de las ofertas de una tienda para turistas.
El Grito de Hidalgo no fue un éxito pasajero, sino un grito pegadizo en el mundo político, un grito que se negó a perderse en el ruido de fondo de la historia. Creó un legado tal que cada año los presidentes mexicanos repiten el Grito para celebrar la independencia del país. ¡Vaya bis! Las palabras de Hidalgo tienen más poder de permanencia que esa molesta melodía de un anuncio de seguros de coche, lo que demuestra que una vez que te vuelves viral en los libros de historia, nunca te desconectas del todo.
Y así, queridos lectores, hemos recorrido la historia de El Grito de Dolores, el recuerdo definitivo que nos muestra el poder de la voz, la importancia de un grito de guerra pegadizo y la innegable influencia de una buena revolución. Ya sea el rugido de una multitud que corea "Viva México" o el clamor por el cambio que resuena en los corazones de la gente, el Grito de Hidalgo es un recordatorio para alzar la voz, destacarse y nunca subestimar la capacidad de unas pocas palabras bien elegidas para iniciar algo monumental. Así que, la próxima vez que alcen la voz, recuerden el pueblo soñoliento de Dolores, el sacerdote con una inclinación por el drama y el grito que sigue resonando con gusto, inspirando a ambas naciones y a las ventas de nachos para las generaciones venideras.
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